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El próximo Papa deberá reestructurar la Curia

CIUDAD DEL VATICANO - Si alguna vez se necesitaron pruebas de que el próximo Papa debe reestructurar urgentemente la Curia, la poderosa burocracia del Vaticano, el escándalo por la filtración de los documentos privados de Benedicto XVI es la primera de todas.

El mayordomo papal robó delicadas cartas internas del pontífice y se las dio a un periodista, quien las publicó en un libro que causó sensación. El mayordomo admitió haberlo hecho, según dijo, para exhibir "el mal y la corrupción" en el Vaticano que consideraba le ocultaban a Benedicto XVI los que supuestamente le servían.

Y si ese pecado original no fuese suficiente, el contenido de las infidencias confirmó que el próximo Papa tiene muchas cosas que arreglar. Las cartas y los memorándums revelados ponen de manifiesto rencillas, corrupción y amiguismo en los más altos niveles de la Iglesia católica. Esos trapos sucios van desde la concesión de contratos del Vaticano hasta un complot para destituir al director de un prominente periódico católico por considerarlo homosexual.

Los católicos podrían pensar que ese desarreglo en el palacio apostólico no incidirá en sus vidas para nada, pero no es así: la Curia toma decisiones en todo, desde el cierre de templos hasta la anulación de matrimonios, así como los castigos a los sacerdotes pederastas. La política papal repercute en las oraciones que los fieles rezan durante la misa, puesto que las traducciones de la misa son decididas por comités en Roma. Las donaciones que los fieles hacen cada año al Papa son depositadas en un banco del Vaticano cuya falta de transparencia financiera suscitó ásperos debates internos.

Es así como, después de 35 años bajo el gobierno de dos Papas "eruditos" que prestaron escasa atención al gobierno interno de la Iglesia católica, se intensifican los llamamientos para que se elija a un pontífice que tenga sólidos antecedentes en el manejo de una burocracia complicada. Los cardenales que votarán en el próximo cónclave están hablando abiertamente sobre la necesidad de reforma, en especial después de los desarreglos que puso de manifiesto el escándalo.

"Hay que prestarle atención", afirmó el cardenal de Chicago, Francis George.

El cardenal Walter Kasper, un alemán que se retiró en el 2010 como titular de la oficina ecuménica de la Santa Sede, dijo que la Curia debe adaptarse al siglo XXI.

"Debe haber más coordinación entre las oficinas, más colegialidad y comunicación", dijo al periódico Corriere della Sera. "A menudo la mano derecha no sabe lo que está haciendo la izquierda".

Sandro Magister, un analista del Vaticano que sigue de cerca la situación, dijo que el "desastre" en el gobierno de la sede de la Iglesia empezó a manifestarse en la década de 1980, en los primeros años del pontificado de Juan Pablo II.

"Juan Pablo II estaba completamente desinteresado de la Curia; su visión estaba dirigida completamente al exterior", dijo Magister en una entrevista. "El permitió una proliferación de rencillas, pequeños centros de poder que lucharon entre sí con mucha ambición, arribismo y traiciones. Esto se acumuló y arruinó las cosas para el Papa siguiente".

Benedicto XVI estaba bien consciente de los problemas tras pasar casi un cuarto de siglo dentro del Vaticano en la Congregación para la Doctrina de la Fe. Pero como cardenal nunca se inmiscuyó en la refriega política interna, y como Papa le delegó su manejo a su secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone.

"Algunas de sus elecciones (de funcionarios) demostraron ser contraproducentes", afirmó Magister. "El cardenal Bertone no generó los resultados que Benedicto XVI esperaba".

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Rachel Zoll en Nueva York y George Jahn en Viena contribuyeron a este informe.

Nicole Winfield está en Twitter como: http://www.twitter.com/nwinfield

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