Era el visitante más distinguido que jamás haya sido bienvenido al Valle. Estuvo sólo 24 horas, pero tocó las vidas y corazones de cientos de miles de personas, algunos en formas que nunca van a olvidar. El Papa Juan Pablo II vino al área metropolitana de Phoenix el 14 de septiembre de 1987, como parte de una gira de 10 días a los Estados Unidos. Logró ajustar una gama de eventos durante su corta estadía en Phoenix, desde confortar a niños gravemente enfermos hasta celebrar una enorme Misa en el estadio de la Universidad Estatal de Arizona.
Sonrió y se unió al canto de una canción, durante un almuerzo con el arzobispo Thomas J O'Brien y otros líderes de la Diócesis de Phoenix. Pidió un postre de chocolate y galletas mientras se retiraba a su siesta. Como cualquier buen turista, utilizó las tarjetas postales de Arizona dejadas sobre su escritorio para enviarle saludos a amigos de Europa.
Al final de un exhausto día de 16 horas, se durmió en unos minutos mientras era conducido alrededor de la ciudad con el arzobispo O'Brien.
El Papa enfatizaba un tema distinto en cada ciudad mientras se abría paso desde Miami a San Francisco, y había elegido el tema de la salud pública para Phoenix.
Sin embargo, en lo que fue descrito como el día más ocupado en su itinerario por los Estados Unidos, el pastoreo del Papa también abarcó temas como compasión hacia los pobres, armonía entre las razas, renovación espiritual en medio del desarrollo económico acelerado de la región suroeste, y la necesidad de un continuo compromiso por la evangelización y el trabajo ministerial.
Arribando el lunes por la mañana al Aeropuerto Internacional Sky Harbor, en el avión designado "Pastor Uno", el Papa fue recibido por el entonces gobernador Evan Mecham y otros dignatarios, después se encaminó al Hospital y Centro Médico St. Joseph. Ahí bendijo a un grupo de niños en la sala de pediatría antes de hablar brevemente con el personal del hospital que se había congregado.
El público pudo entonces ver no sólo al Papa, sino al hombre que entonces tenía 67 años y que estaba a un mes de cumplir nueve años de papado y de ser líder de los más de 800 millones de católicos romanos alrededor del mundo.
El Pontífice saludó a la multitud desde su "papamóvil" antibalas, mientras éste se abría paso por la calle Central, ante el entusiasta saludo de "¡Viva el Papa!".
Después de un año de planear todos los detalles de su visita, se estimaba el tumulto esperándolo durante la ruta de su caravana y afuera de la Basílica de Santa María iba a alcanzar al millón. Pero al final, la convocatoria fue de 100,000 personas.
Los organizadores llegaron a la conclusión de que mucha gente prefirió mirar la cobertura de su visita por televisión para no tener que pasar entre el congestionamiento de personas.
La basílica histórica localizada en el 231 N. Third St., fue edificada en 1915, y la restauraron con un costo de 300,000 preparándola para que luciera durante la visita de Juan Pablo II. Además hubo que remoderarla para evitar que los pedazos de pintura y el revoque cayeran sobre el visitante del Vaticano mientras daba su discurso desde el balcón de la basílica a un grupo de 25,000 feligreses congregados en el Centro de Convenciones de Phoenix.
El Papa felicitó a Arizona por ser una prueba viviente de su lema estatal "Ditat Deus..." (Dios da Riquezas...) y envió un saludo especial en inglés y español a la comunidad his"gran fuerza, vitalidad y generosidad" a los Estados Unidos.
Reconociendo que Arizona enfrenta "los desafíos de un crecimiento extraordinario", el Papa hizo ver que "un humanismo orientado hacia Dios" debe mantenerse en el centro de este desarrollo.
"Jamás se puede reducir el desarrollo a simple expansión económica, o a valores que son plenamente pasajeros", dijo.
Durante un evento nacional de profesionales de la Asociación de Salud Católica, aplaudió su compromiso de seguir el ejemplo de Cristo como un sanador, y señaló que su prioridad número uno es asegurarse de que todo el mundo tenga acceso a los servicios médicos, especialmente en vista de los efectos desoladores de la epidemia del Sida.
Durante una reunión con el clérigo y laicos en la Catedral de San Simón y San Judas, su mensaje enfatizó la necesidad de que los católicos romanos continúen actividades misioneras alrededor del mundo.
Después, en la primera reunión de un pontífice con indígenas americanos, lamentó "los errores de la iglesia en el pasado" en el trato con los indios, pero dijo: "Debemos trabajar juntos hacia la reconciliación y la salud".
Su discurso en el Coliseo Memorial de Veteranos a más de 10 mil personas durante la reunión anual de la Conferencia Tekakwitha (organización de los indígenas católicos fundada en 1939) lo puso en contacto con representantes de 200 tribus de todo el país, muchos de ellos vestidos con atuendos tradicionales muy coloridos.
Conforme el Papa entró al Coliseo, miembros de la audiencia espontáneamente pasaron a una bebé sobre sus cabezas al escenario. El Papa arrulló en sus brazos y besó a la niña de 11 meses Naomi Miguel, hija de Gerald y Nile Miguel, de la villa de Chui Chu cerca de Casa Grande, antes de devolvérsela a su padre.
La Misa nocturna atrajo a más de 75,000 personas, incluyendo buses reservados de todo el estado y estados adjuntos, más algunas caravanas de puntos distantes y México.
El Papa dio su homilía, la cual explicaba la unción de los enfermos, desde un púlpito erguido sobre la parte sur del estadio. Notó el papel tradicional de Phoenix como "un lugar donde las personas vienen a buscar alivio de sus sufrimientos".
Detrás de él se elevó un mural luminoso y vivo del Gran Cañón y el ave fénix. Frente a él una cruz de cobre de 65 pies de altura apuntaba a los cielos. La cruz está ahora instalada en la Catedral de San Simón y San Judas.
A la mañana siguiente, el pontífice sorprendió y deleitó a los 2,000 invitados que se presentaron a despedirlo, caminando entre ellos en la Terminal de la Guardia Aérea Nacional en Sky Harbor.
La visita del Papa costó 1.5 millones de dólares, la mitad de los gastos fueron para cubrir el uso del Estadio de la universidad Estatal y la renovación de la Basílica de María. Casi 225 mil dólares en artículos y tiempo laboral fueron donados por empresas o grupos voluntarios, y donaciones en efectivo vinieron de individuos, corporaciones y parroquias.